“Es que yo qué sé, me da una cosa que es que…. ¡Qué se yo!”
Así responden el 225% de los estudiantes la primera vez que alguien les plantea la posibilidad de viajar para hacer un curso de idiomas. Y es que para muchos, la idea de coger un avión para irse a un país extranjero supone un trauma.
Está claro, el pucherito de mamá, va a ser que no te lo puedes llevar en un tupperware en el avión… y sabemos que es doloroso. Pensáis que cuando salgáis del avión os encontraréis en el peligroso Bosque Viejo de La Comarca en El Señor de Los Anillos, y que al atravesar montañas ya no os quedarán fuerzas para recordar vuestras cuatro frases favoritas en inglés, y entonces ¿para qué ir?
A decir verdad, ¡es una paliza! Tener días libres, poder ver la tierra desde el cielo, conocer una cultura diferente, hacer amigos… por no mencionar quizás olvidarte del clima típico de tu ciudad y despejar las fosas nasales de nuestra contaminación. Y lo peor de todo es, sin duda, tener que sudar la gota gorda para encontrar la tienda de souvenirs con los imanes más baratos.
Sin embargo, aquellos que consiguen dejar el miedo un poco de lado, acaba volviendo sintiéndose muy satisfechos. Y es que seamos honestos… ¿a dónde vamos hoy día sin idiomas? Os guste más, os guste menos, os lo exijan o lo hagáis por placer… es absolutamente beneficioso para todos aprender idiomas sobre todo en un entorno en el que esa lengua es la oficial. Sólo hay que echarle un poquito de ganas, y una pizca de valor. Después de la primera experiencia, el único miedo será… ¡no poder repetir!
¡Vamos! Nosotros queremos que lo único que os preocupe sea qué ropa llevar. De todo lo demás, nos encargamos aquí.
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